Según las diferentes culturas y los diferentes momentos históricos, el mundo sobrenatural, lo sagrado y lo patológico son ámbitos muy cercanos,su frontera es difusa,por lo que a veces resulta dificil diferenciar lo uno de lo otro
Una aparición en una determinada cultura se tomará por una alucinación, y una alucinación en otra cultura se tomará como un acto mágico, una manifestación de lo sobrenatural y lo divino y al individuo que le sucede por un elegido.
Con esto no queremos decir que los oficios religiosos, los rituales de brujería o las prácticas mágico-terapéuticas de los chamanes(1) sean, en sí mismos, comportamientos neuróticos o psicóticos.
En la práctica resulta extremadamente difícil diferenciar lo patológico de lo sagrado. Pensemos que el mundo sobrenatural es la región de lo simbólico, los mitos, los sueños y las alucinaciones son el medio para visitar esas otras realidades y las criaturas que en ellos habitan son la materia prima de estos misteriosos y fascinantes mundos.
Las culturas preindustriales presentan en sus variados rituales una clara "orientación terapéutica" en tanto que facilitan al máximo la plena inserción social del individuo objeto de una "aparición o de una posesión y lo liberan de la ansiedad y la tensiones mediante una comunicación ininterrumpida a través de rituales, juegos, danzas… entre otros actos colectivos.
De hecho, en estas culturas es más fácil expresar socialmente aspectos y facetas de nuestra personalidad que en nuestra sociedad deben quedar reprimidas. Es más lógico que una persona que cree estar poseída por el demonio acuda en busca de ayuda antes al sacerdote que al médico porque este último le diagnosticará esquizofrenia u otro cuadro psiquiátrico, considerándola enferma.
Pero, pese a esta diferencia de conceptos y su interesante y variado universo simbólico-ceremonial con que cuentan las culturas primitivas, también tienen su cuota de enfermedades y conflictos psíquicos.
Entre los Esquimales de la Bahía de Hudson o los indios Chippewa, repartidos entre Ontario, Quebec, Minnesota, Wisconsin y Dakota, se da un cuadro psiquiátrico denominado Psicosis de Whitico, que consiste en un síndrome de posesión que cursa con náuseas, vómitos, melancolía y crisis de pánico durante las cuales el individuo teme convertirse en el Whitico (gigante legendario de hielo que se alimentaba de seres humanos). Según se agravaba la enfermedad, el afectado,se encierra en si mismo,su nucleo delirante (convertirse en Whitico)se agrava y terminaba por asesinar y devorar a sus familiares.
Entre los Tártaros de Siberia o los Quechuas del Perú se da el síndrome del "Susto" o pérdida del alma, que se trata de una psicosis paranoide con un núcleo delirante sobre la pérdida del alma a causa de un susto o por la influencia de los espíritus malignos. En estos casos, el Chamán es consultado y procederá a curar al afectado mediante un complejo ritual de exorcismo en el cual éste cubrirá de humo el cuerpo del infortunado porque el humo se convierte en Chicha, una bebida alcohólica, que emborrachará a los espíritus y los alejará. Después el chamán cae en un profundo trance que le permitirá adentrarse en los mundos sobrenaturales, donde buscará el alma perdida y la entregará a su dueño. En no pocas ocasiones deberá enfrentarse y mantener duras peleas con las criaturas que habitan en el inframundo, por lo que es muy posible que el chamán presente heridas y contusiones reales, estas heridas autoinflingidas mediante autosugestión al igual que los estigmas y otras dermografias. Cuando sale del trance vomita saliva de color amarillo o verde junto con huesos o plumas, ésta es la manera de anunciar que el alma ha sido recuperada y se da por terminado el ritual.
De los cultos afroamericanos del área Caribeña, el Vudú es quizá uno de los rituales mágicos más populares. Está basado en lo que en antropología denominamos magia contaminante o por contigüidad.
Este tipo de magia se basa en pensar que las partes están conectadas con el todo y su elemento ritual más conocido es la muñeca de cera, madera ,trapo, etc, a la que se pondrán cabellos y uñas, es decir, partes del individuo a victimizar, siendo posteriormente objeto de diversas acciones rituales.
Después se procura que el individuo victimizado se entere de que ha sido objeto de un ritual Vudú , dejándole una vela negra o un pequeño ataúd negro en la puerta de su casa, que, por supuesto, también es visto por sus vecinos, quienes de inmediato se apartarán de él por temor, condenándole al ostracismo social,
por lo que el pobre desdichado desarrollará una neurosis de angustia con delirios persecutorios que hará que se aísle de la gente y que quede sumido en un cuadro de pánico crónico que le producirá la muerte por deshidratación y hemorragias internas.
Otro interesante apartado es el de un cuadro patológico conocido como identificaciones psicóticas con animales, como en Camerún con los hombres tortuga, quienes aseguran ser poseídos mientras duermen por el espíritu de la tortuga o algún otro espíritu maligno que abandona el cuerpo del individuo y causa todo tipo de desgracias como hacer que alguien enferme robándole la energía vital mientras duerme, durante varias noches consecutivas, hasta conseguir que enferme gravemente, o causan desastres naturales como arruinar las cosechas, tormentas, hacer que las vacas aborten, etc. Los licántropos de Europa del este o los alobados en Galicia son otros interesantes ejemplos.
Pensemos que, en las frías noches de invierno reunidos en torno al fuego, en muchos hogares se contasen narraciones acerca de los misteriosos hombres lobo, y si algún perturbado mental los oía, en su proceso de desconexión con la realidad , conectaría su núcleo patológico con los contenidos simbólicos de los mitos que enriquecen todas las culturas, así los individuos proclives a la locura en las noches de plenilunio sentían como el espíritu del lobo les poseía sintiendo un irrefrenable deseo de matar y devorar a su victima.
En el siglo XIX se hizo tristemente famoso el caso de Manuel Blanco Romasanta
“El sacamantecas” que fue juzgado por licantropía. Manuel declaró durante el juicio que durante los períodos de luna llena era poseído por una horrible maldición que le hacía huir al monte donde acechaba a sus víctimas casi siempre mujeres, dio muerte a unas trece en total, las atacaba violentamente matándolas a mordiscos y después les extraía el unto o manteca que después vendía en los mercados. Se le condenó a muerte pero, por intervención de la reina Isabel II, se le concedió el indulto.
Como hemos podido ir viendo, los estados de "locura” guardan una estrecha relación con los diferentes entornos culturales, la cosmovisión y el imaginario colectivo de los diferentes pueblos. Cada especialista mágico-religioso, chamanes, sacerdotes, popes, entienden perfectamente la dimensión social de la locura, la consideran como una alteración de las propias relaciones sociales que mantienen la unidad y cohesión del grupo, por tanto, su curación no pasa tanto por la utilización de medicamentos sino que se trata más bien de implicar a toda la gente en el proceso terapéutico con la finalidad de recuperar la comunicación perdida mediante misas, procesiones, fiestas sacras y otros rituales colectivos cargados simbólicamente de las emociones del grupo, que expresa su unidad y solidaridad.
(1)Técnicamente , el proceso iniciatico de un Chamán es un acto de locura forzada, pues se retiran al monte, donde recitan salmos, cánticos, durante todo el día y su noche, ayunan e incluso se autoinflingen heridas y mutilaciones hasta que debilitados y exhaustos logran la gran visión, que consiste en una crisis alucinatoria. También pueden ingerir productos alucinatorios como el peyote o la ataguasca.
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